(Portada: Amaia Ballesteros)
Meet
me in the crowd
People,
people
R.E.M. Out of Time
¿Dónde me quedé
la última vez? Ah, sí. Mencioné que Fase había hablado con Distorsión y le
había hecho una revelación sobre Adrian que no parecía haberle gustado
demasiado, a juzgar por sus palabras.
—Hay algo que
necesito saber, y quiero que me lo digas ahora mismo.
Bueno, más que
por sus palabras, por lo que trajeron consigo, además del par de amplificadores
que estallaron en la sala de ensayo mientras las decía. Dos amplis que el
propio Distorsión había diseñado y nos habían construido por encargo.
Adrian, que
estaba sentado leyendo una novela, se giró, ajustándose sus gafas cuadradas, y
se puso en pie, como si en realidad estuviera esperando a ese momento. Tampoco
sería muy sorprendente que así fuera, claro. Dado que había sido secuestrado
por Desdémona, y que ella era su mujer, de una u otra manera íbamos a acabar
metiendo las narices en dirección a su pasado.
Nadie dijo nada.
Overdrive siguió afinando las doce cuerdas de su guitarra pero con los oídos
atentos, Delay tumbado en un sofá, atravesado de lado a lado, Fase justo al
lado de Distorsión, serio como nunca solía estar, yo en el umbral de una de
tantas entradas, como si no tuviera claro que estuviera a punto de pasar algo
gordo de veras.
—¿Cómo conociste
a Desdémona? —preguntó el que era nuestro líder y alma mater del grupo,
tratando de calmar su estado de ánimo por el bien de nuestro equipo de directo y
el suyo propio.
—Ambos éramos
investigadores cuando la conocí en persona —se limitó a responder Adrian
dejando el libro sobre una mesa y tocándose el mentón—, pero sé que no te estás
refiriendo a eso.
—Has dado en el
clavo —reafirmó Distorsión sin decir nada más, sólo esperar a que Adrian
siguiera hablando.
—Imagino que
investigando a Diane descubriríais que fue hecha prisionera durante la Guerra
de los Cien Ciclos.
—Así es —añadió
Fase. Adrian, sin ninguna duda, llevaba encima todo el peso de aquella tensa
conversación.
—Lo averiguaste
tú, ¿no? Entonces no tardarías en averiguar que yo también fui hecho prisionero
en esa guerra.
—¿Prisionero?
—pregunté, intrigada—. ¿Entonces conociste antes a Desdémona?
—No en realidad.
Ella fue obligada a trabajar en la división de armas de un bando, y yo del
otro.
Distorsión
levantó el puño con rabia.
—¿Armas? No,
llámalo por su nombre. Experimentos, más bien.
Empalidecí.
¿Adrian había hecho… experimentos con personas? Se me ocurrían varios sujetos
del lejano siglo veinte que habían hecho cosas similares en época de guerra y
se les consideraba poco menos que monstruos con cuerpo de hombre.
Adrian se quitó
las gafas. Fui incapaz por completo de leer en su rostro. ¿Era pena sincera, o
la culpa fingida del carnicero?
—Es cierto, así
es. En cuanto supieron de mis conocimientos de Bioelectrónica y Biomecánica me
obligaron a explotarlos al máximo para crear toda clase de armamento biológico…
trajes de resistencia, bombas orgánicas y proyectos más concretos y aberrantes.
Sólo pude realizar los diseños, pues enfermaba nada más saber los modos en que
serían empleados, y desde el fin de la guerra, al ser liberado, no he vuelto a
trabajar jamás en esas disciplinas.
Al fin lo
comprendí, y las piezas encajaron en mi mente.
—Por eso no
pudiste salvar a tu hijo, tratar de curarle a él ni a Desdémona.
—Diane jamás me
perdonó. Sabiendo todos los horrores que había colaborado para crear nunca pudo
asumir que fuera incapaz de emplear esos conocimientos para salvar a mi propio
hijo. Lo intenté, pero no pude. Sentía que era como si fueran cobayas, no
pacientes.
Distorsión
aflojó los puños, pero permanecieron cerrados. Acto seguido ocultó el rostro
con su holograma. Era su manera no verbal de poner una barrera con todos
nosotros.
Sin decir una
sola palabra se dio media vuelta y salió de la habitación, listo para tomar un
biplaza y largarse de allí, como no era difícil deducir. Fase trató de hacer un
vago ademán de detenerle pero algo dentro de sí mismo se lo impidió. Overdrive
y Delay ni lo intentaron, aunque no le quitaron la vista de encima mientras se
iba. Adrian no podía ni mirar en su dirección. Yo fui la única que se lanzó
tras él para tratar de impedir que se marchara, pasillo abajo, sin que me
resultara nada difícil alcanzarle, pues avanzaba lento pero inexorable, como si
se pensara solo en todo el Universo.
—Distorsión,
espera —dije poniéndole la mano en el hombro. Su tacto era gélido, como
estuviera dejando escapar la voluntad y la vida por los poros de la piel.
—Agradezco tu
intención pero no va a servir de nada. Lo que…
Se disponía a
dar toda una sarta de justificaciones que detuve de manera instantánea
rebotando su monólogo hacia sí mismo. Creo que captó el mensaje: escuchaba más
el sonido de su propia voz que el de las de los demás.
En cuanto
comprendió lo que había hecho, obviamente, se detuvo y me dejó hablar. Fui
directa y escueta.
—Todos nosotros
tenemos un pasado del que no nos sentimos orgullosos.
Calló por un
momento. Acto seguido, contestó.
—Lo entiendo. Sé
que también ha sido un shock para vosotros. Pero necesito estar solo. Sabes
cómo soy, lo fácilmente que entro en cólera. Necesito tiempo para reflexionar.
—Eres una
estrella de la música, Distorsión. Es complicado que puedas estar alguna vez
solo.
—Sólo en parte
soy famoso —dijo apagando el holograma. Después de eso siguió su camino, entró
en la nave biplaza, y el hangar se cerró. No le detuve. Unos minutos después
estaba a su aire, vagando por el espacio.
—Se ha marchado
—dije regresando a la sala de ensayo, donde nadie se había movido.
—¿Acaso lo
dudabas? —se limitó a contestar Overdrive mientras seguía afinando las cuerdas
de su doble guitarra.
***
Distorsión pasó
fuera un par de días de cómputo estándar, más o menos equivalentes a los viejos
días terrestres del siglo veinte. No quisimos preguntar mucho más a Adrian
sobre su terrible secreto, pero algo nos contó por propia voluntad. En concreto
en lo relativo a Desdémona.
—Cada uno fue
científico en el bando opuesto al del otro —empezó a contarnos mientras todos
cenábamos en una dependencia menor, unos sentados, otros de pie, rodeados de
chismes de desconocida función—. Tengo entendido que las cosas que me obligaron
a hacer a mí no son nada comparadas con las que le hicieron hacer a Diane. Cómo
ha logrado sobreponerse a ellas es sólo una prueba más de su voluntad
indomable, la misma que la llevó a, sin el menor atisbo de duda, hacer de
conejillo de indias para tratar de salvar a nuestro hijo.
—Es algo que
casi toda mujer haría por los suyos —agregué tratando de restar culpabilidad a
sus palabras.
—Lo cierto es
que aunque no nos conocíamos, nuestras terribles creaciones lucharon en el
campo de batalla en muchas ocasiones. No puede decirse que fuera una batalla,
ni una rivalidad… para ello los dos oponentes debían estar interesados en ganar
al otro. Y yo nunca he podido manejar a seres humanos como armas, igual que
meras piezas de ajedrez. Diane era de mi misma opinión, pero con el paso de los
años fue algo más que Valis lo que acabó por envenenarla por dentro, y alejarla
sin remedio de mi lado.
»Al término de
la guerra fui oficialmente amnistiado, al igual que Diane. Años después nos
conocimos sin saber quién era el otro realmente, hasta que un día di el paso de
confiar en ella al máximo y confesar todo lo que os estoy contando. Ella hizo
lo propio conmigo y el resto no fue más que dejar pasar el tiempo. Ella me
quiso mucho, más que a su propia vida. Y yo no pude responder a esa muestra de
afecto. Tened cuidado con las cosas que le podáis hacer a aquellos a quienes
amáis, chicos, y con las que no hagáis también, porque sus consecuencias os
perseguirán para toda la vida y os definirán para siempre como personas.
Pensé mucho en
aquella conversación con el paso de los días. Yo pensaba que las mujeres éramos
únicas en el sentido de que una vez perdida la magia por culpa de una traición
del ser amado, o de un acto cruel e injustificado, ya nada era igual para
nosotras, por mucho que el causante manifestara su eterno arrepentimiento. Pero
comprendí que en los hombres la culpabilidad es un sentimiento muy hondo que
son incapaces de borrar de sus recuerdos, que nunca logran pasar página de
manera completa y siempre queda algo que les recuerda de manera indeleble su
error.
Estuve a punto de confesar cosas de mi pasado. La confianza funciona así, compartir secretos en las dos direcciones. Pero la ausencia de Distorsión me echó atrás en mi idea, y tampoco tuve del todo claro si sería algo que él desearía, que tal vez se sentiría presionado a tener que hablar a su vez, en contra de su voluntad. No tardó en regresar, pero ya era tarde, había cambiado de parecer. El momento y la circunstancia habían pasado.
Por supuesto no nos dijo qué había hecho en esos días, aunque mostraba
signos de haberse peleado, y no trifulcas de bar precisamente. Creo que salió a
hacer por ahí de vengador justiciero, o vete tú a saber qué. Más que nada por
el comentario que soltó nada más llegar.
—A partir de
ahora, allá donde necesiten ayuda, iremos nosotros a echar una mano —soltó con
el holograma encendido, como si fuera una revelación de esas que uno tiene una
mañana cualquiera al despertarse.
***
¿A qué se debía
el cambio producido por Distorsión? Eso era lo que nos preguntamos todos
durante un tiempo. ¿Necesidad de desahogarse? ¿Placer hedonista? Podía parecer
a simple vista, pero le conocía bien y sabía que la culpa también motivaba sus
actos. La culpa por pensar que el que era su padre adoptivo, Adrian Harvester,
había tenido que emplear sus conocimientos para fines terribles en algún
momento del pasado. En ese sentido Distorsión se veía a sí mismo como resultado
de las acciones de nuestro mánager, y por ese motivo imagino que quería
demostrarle que no todo lo que le rodeaba tenía que convertirse en un arma de
desbocada destrucción.
Distorsión nunca
me dijo una sola palabra de estas cosas, por supuesto. Era pedir demasiado que
lo hiciera, conociendo su manera de ser. Pero yo lo sabía. Lo sabía como se
sabe el número de dedos que uno tiene en la mano. Aunque a veces podía resultar
inaccesible y hermético, su manera de ser seguía unos patrones muy predefinidos
para mí.
De modo que
dejamos de ser mercenarios clandestinos de las ondas para ser… otra cosa. Ya
teníamos una fama que nos permitía ingresar pasta sin tener que hacer
trabajitos freelance, aunque tampoco es que fuéramos precisamente en
deslizadores de lujo a todos lados, pero menos daba una piedra. Así que por
primera vez en mucho tiempo nos centramos en nuestra propia carrera, que ya
llevaba tiempo desatendida, y en los directos que aún teníamos por delante,
pues no estábamos oficialmente de gira pero sin duda teníamos que asomar las
narices por todo sitio dispuesto a ofrecernos un escenario.
Tocamos en
bastantes colonias pequeñas y apartadas y en general tuvimos una acogida
excelente en la mayor parte de ellas, aunque en alguna que otra no se vendieron
apenas entradas. Eso era algo normal para ser, como éramos, un grupo que
estábamos empezando; todo era cuestión de perseverar y patearse el vacío
cósmico de un mundo a otro, crear el fenómeno poco a poco, no de un día para
otro. Y de todos modos, con tal de que pudiéramos seguir tocando y nos diera
para comer, todos estábamos en mayor o menor medida satisfechos con los
resultados.
No nos metimos
en ningún embolado gordo, por otro lado. No por haber decidido de repente que
seríamos una suerte de —Distorsión odiaba la palabra— héroes del tres al cuarto
iban a venir los problemas justo a llamar a nuestra puerta. Aparte, ya teníamos
suficiente con habernos enfrentado no sólo a Desdémona sino a otros enemigos
prestados en el pasado y que ahora no viene a cuento mencionar. No andábamos
sobrados de oponentes como para buscarnos unos nuevos, aunque sí que
intervinimos en alguna que otra escaramuza local, por ejemplo en la perdida
colonia de Liner, de carácter belicoso y dominada por un dictador con mano de
hierro. Fue un día que caminábamos por sus calles grisáceas y dominadas de
manera brutal por el cemento, material que hermanaba en texturas y colores
tanto el asfalto como las fachadas de los edificios. Unos paramilitares estaban
amenazando con sus rifles de asalto a un grupo de manifestantes que habían
hecho una sentada para impedir que se desalojara a un ciudadano. La reacción de
la mayoría de la gente era mirar para otro lado, pero nosotros no hicimos así,
y en especial Distorsión, de quien no tenía la menor duda de que vivir sin un
hogar no había sido un concepto desconocido para él en el pasado.
No era
recomendable que nos mezcláramos en los problemas de las colonias y ni siquiera
conveniente; podíamos provocar un grave problema diplomático. Eso Adrian nos lo
había explicado muchas veces, y Overdrive lo entendía mejor que ninguno. Por
supuesto, de ahí a hacerle caso ya era otro asunto, aunque siempre tratamos de
mantener el máximo disimulo. Era lo bueno de nuestros poderes, la sutileza. No
involucrarnos de manera directa en el combate.
El problema de
Distorsión es que para él “sutileza” debe ser una marca de zapatos o un modelo
de nave espacial, porque en cuanto vio el panorama se separó de nuestro lado,
directo hacia los paramilitares armados.
Nada más ver a
un civil avanzar en su dirección, giraron las armas y le apuntaron sin
pensárselo un momento. Distorsión ni se inmutó y siguió avanzando. Su rostro
lleno de quemaduras, además, debía resultar más que amedrentador para aquellos
soldados. Y no os llevéis a engaño, su confianza no venía del hecho de que yo
pudiera rebotar los disparos; estaba bastante lejos de mí, lo que dificultaba
mi capacidad para hacerlo, y eran tantos los que le tenían en el punto de mira,
del orden de una docena de soldaditos de plomo, que sería muy fácil que fallara
en esquivar aquella potencial lluvia de balas sin estar directamente en el
corazón del tiroteo.
Distorsión no
retrocedió ni aminoró la marcha. Los primeros dedos empezaron a agarrotarse
sobre los gatillos. En aquella colonia no se andaban con estupideces. Allí se
disparaba primero y se preguntaba después.
Las armas
empezaron a emitir toda clase de chispazos, y la mayoría de ellas se
desmontaron a piezas debido a los tremendos cortocircuitos internos. La mayoría
de los soldados se quedaron sorprendidos por lo que acababa de pasar y no
pudieron por más que tratar de recomponer los pedazos de sus armas de fuego.
Uno de ellos sin
embargo se dispuso a atacar a Distorsión con un arma blanca, un puñal
energético, como no tardamos en comprobar. Pero lejos de hacer que poco menos
estallara en sus manos, Distorsión le dejó atacar. No quería limitarse a
derrotarle, quería humillarle delante de todos aquellos manifestantes, demostrarles
que, unidos, podrían hacerles frente.
No duró mucho la
lección, sin embargo, pues de repente la hoja de energía se desvaneció y el
soldado se quedó sólo con un mango desnudo en la mano. Disgustado y
decepcionado, Distorsión aprovechó el momento de confusión y le enganchó un
puñetazo que le tumbó al momento y disuadió a los demás soldados de tratar de
hacer nada similar. Después de eso se limitó a regresar y unirse otra vez a
nosotros.
En todo el
camino de vuelta al hotel no hizo más que mirar a Overdrive con expresión de
reproche en lo que éste se limitaba a mirar para otro lado, con sonrisilla
irónica, como si no fuera con él el asunto.
***
De nada sirvió
discutir lo sucedido más tarde. Distorsión es así y eso ya todos lo sabíamos.
Era incapaz de quedarse quieto ante algo semejante, todos lo éramos de hecho,
pero en su caso no le bastaba con entrar en acción sin más, tenía que demostrar
que era mucho más poderoso que aquellos que le pretendían atacar, como una
advertencia a todas aquellas colonias dictatoriales: una nueva era está aquí,
ahora hay sujetos que os pueden hacer frente, hoy soy yo, mañana serán otros.
En ese sentido
su mensaje era incuestionable. La cosas estaban cambiando en todas partes, no
había más que ver el misterioso renacer de sujetos y acontecimientos extraños,
desde los nuevos guardianes de Ernépolis I pasando por un misterioso personaje
que por lo visto rondaba las minas abandonadas de la colonia SKF, además de las
legiones de cazarrecompensas que vagaban de punta a punta de la galaxia, e
incluso un misterioso espía que al parecer se había fugado pero que vagaba de
mundo en mundo sin que nadie pudiera dar una descripción adecuada de su
aspecto. Sí, las cosas estaban cambiando. No sé si podría calificarse de tanto
como una segunda era de héroes, porque nunca conocí la primera, pero al menos
había movimiento, ni de lejos pasividad ni conformismo.
Distorsión, sin
embargo, no contaba con que las novedades y los cambios, muy a menudo, se
desarrollan en más facetas de las que uno puede llegar a imaginar, y no suelen
estar exentas de los ecos del pasado. Pero no tardaríamos en averiguarlo. Vaya
si lo averiguamos.
Todo empezó
durante una minigira muy especial que firmamos con muchos otros grupos
emergentes del momento. Se trataba de un festival de cuatro conciertos que
sería montado en un satélite medio muerto sin nombre más allá de su
denominación científica, que era SR8273. Allí se montaría toda una parafernalia
que dejaría poco menos que en ridículo a los Rock in Rio del siglo veinte. Lo
primero que harían sería crear una cúpula para alojar una miniatmósfera y una
cierta gravedad artificial. Una vez preparadas las condiciones iniciales el
staff montaría cuatro escenarios, cada uno en una punta del satélite. Uno de
ellos estaría en mitad de un cráter que sería rellenado con agua para formar un
enorme lago artificial; otro estaría en una colina desde la que habría una
vista panorámica de kilómetros de distancia, y que estaba además rodeada de
otras colinas más altas que harían la función de gradas improvisadas; el
tercero sería en el interior de un volcán inactivo, donde montarían un fastuoso
espectáculo de llamas y fuegos artificiales; y el último de ellos sería en un
gigantesco aerodeslizador que orbitaría sobre todos los demás escenarios, a
gran altura, entre alucinantes corrientes de aire y ventiladores para
garantizar aún más espectacularidad.
No fue de
extrañar que la prensa bautizara este festival como la Gira de los Cuatro
Elementos, claro.
Decir que
aquello suponía una gran oportunidad para nuestra carrera es quedarse bastante
corto en la apreciación. Si la cosa funcionaba bien los escenarios se
conservarían y aquella sería la primera edición de muchas más aunque, como de
costumbre, la más mítica y recordada sería la primera de ellas, allá donde
nosotros íbamos a estar.
En nuestra
contra jugaba nuestro inicialmente escaso y limitado repertorio, pero teníamos
también la secreta esperanza de que en los festivales las actuaciones
individuales de cada grupo no suelen durar más allá de la hora estándar, quizás
un poco más, y por tanto esperábamos que los fans no tuvieran la sensación de
haberse quedado con sabor a poco.
Otro asunto es
que no éramos cabeza del cartel, pero sí estábamos en un puesto privilegiado.
Para los que no lo sepan, en los festivales los cabeza de cartel son aquellos
que cierran un día de actuaciones, y suelen coincidir con los grupos más
veteranos o aquellos con capacidad para pagar una mayor suma con el objetivo de
conseguir tan codiciada posición. A tal extremo de simbolismo llega tal puesto
que en las promociones de los grupos de los festivales, ya sean carteles
impresos o imágenes digitales que circulen por la Llanura, el cabeza de cartel
suele aparecer en un tamaño de fuente enorme y los demás grupos aparecen en
tamaños menores a medida que disminuye su peso y su importancia. Nosotros
estábamos en este festival con la tercera fuente más grande, lo que nos
colocaba en tercera fila con otros grupos como Barricade o Bonecrusher, lo que
no estaba tampoco nada mal.
En los viejos
festivales los escenarios se reciclan y preparan de un día para otro, pero no
era el caso en este. Era tal la parafernalia para cada stage que llevaría
semanas tenerlo todo listo y a punto, con lo que era utópico repetir tal nivel
de organización para el día siguiente. Sí se usarían como zonas habilitadas
para discotecas improvisadas, grandes zonas de chill-out y actividades
adecuadas a cada lugar. Por ejemplo, el lago serviría como gigantesca playa en
la que, como suele pasar en esta clase de eventos, la fiesta duraría días y
días consecutivos sin parar. Como además había transportes que se movían de
manera directa de unos escenarios a otros, el cachondeo estaba poco menos que
asegurado.
Cachondeo que,
por otro lado, nosotros no podríamos ni acercarnos a disfrutar. Tendríamos una
zona de acceso restringido con salas privadas y toda clase de comodidades, así
como un pase para movernos por donde nos viniera en gana, pero estaba claro que
la posibilidad de confundirnos con la gente estaba completamente vetada para
nosotros. Distorsión aún podía contemplar la posibilidad de mezclarse sólo con
dejar de usar su holograma, pero tenía claro que sería sólo una cuestión de
tiempo hasta que alguien descubriera que tenía el rostro lleno de quemaduras. De
todos modos tampoco tenía la intención de dejarnos atrás, allá donde nosotros
no pudiéramos ir él tampoco iría; su actitud celosa con respecto al anonimato
iba más allá de darse un paseo entre groupies durante los instantes previos a
un directo.
Aunque en el
satélite no crecía vida de manera natural, ni vegetal ni animal, estaba lo
suficientemente cerca de una estrella como para que existiera una sucesión de
días y noches, y en realidad poseía una frágil atmósfera propia, pero que era a
todas luces insuficiente para el sustento de vida, y por lo que se efectuó
aquella concienzuda terraformación. En realidad era una solución que agradaba a
todo el mundo por igual, a la organización porque el despliegue de
infraestructura, a pesar de suponer una gran inversión, atraería a muchos
jóvenes, y a los gobiernos y colonias cercanas porque nos estábamos
literalmente largando con la música a otra parte y tampoco afectaba a su
turismo, ya que muchos jóvenes optarían por alojarse en algunas de ellas en vez
de acampar en las zonas habilitadas en el satélite a tal efecto.
Todo estaba muy
bien planeado, en realidad. A veces, en un arranque de pesimismo, me daba por
pensar que demasiado. Odio tener razón.
Adrian nos hizo
hueco en el primer y tercer día del festival, los dedicados al agua y al fuego,
respectivamente. El primer día tocaríamos los antepenúltimos, casi cerrando los
conciertos, cuando la noche empezaría a caer sobre el lago. Nada marchó mal en
absoluto, todo lo contrario. El primer concierto oficial que dimos, en
Ernépolis I, en el estadio de la ciudad, fue poco menos que espectacular, pero
al fin y al cabo elegimos muy sabiamente la ciudad como una que necesitaba ocio
y diversión a raudales después de un bloqueo comercial con motivo de una guerra
interestelar y un brutal atentado que destrozó un rascacielos hasta sus
mismísimos cimientos. Pero la situación en SR8273 era muy distinta. Allí
estaban muchos grupos veteranos, pesos pesados con los que medirnos en términos
de comparaciones odiosas, y en un escenario para el que, seguramente, muchos de
ellos habrían preparado alucinantes puestas en escena.
Creo que nos
defendimos muy bien y debo admitir que hasta ese momento no fui consciente de
la cantidad de gente que empezaba a ser seguidora nuestra. Hicimos llenazo en
el escenario, situado justo encima del lago, a varios metros de altura. A
nuestro alrededor habían creado una suerte de pequeño Edén, un jardín selvático
donde la gente podía sentarse en la hierba a escucharnos e incluso subirse a
gradas construidas encima de enormes árboles. Había también plataformas
elevadas donde se construyeron pequeños arroyos con cascadas que desembocaban
en el gran lago inferior. El conjunto era poco menos que alucinante para
alguien que apenas había visto Universo como yo.
¿El repertorio?
No pudimos hacer mucho más que tocar nuestros temas más conocidos, aunque nos
marcamos alguna versión suelta y acabamos con The Ghost. La gran traca, sin
embargo, la teníamos reservada para el tercer día, donde habíamos anunciado que
presentaríamos un nuevo tema, y que hizo que mucha gente comprara el bono para
varios días y así poder vernos más de una vez, aumentando así los ingresos del
festival. A Distorsión no le gustaba la idea de favorecer un concierto y unos
espectadores frente a otros, pero era obvio que no se podía hacer una misma
presentación en primicia dos veces seguidas.
Terminamos de
tocar, hicimos los acostumbrados bises y nos largamos de allí a descansar y
disfrutar. Hasta se nos pasó por la cabeza la idea de regresar al Acorde Cósmico
por un día, pero teníamos mucho que hablar con los técnicos para que el
espectáculo pirotécnico de nuestro siguiente concierto, dentro del volcán,
marchara sobre ruedas.
Fue al llegar a
nuestras estancias y poner las noticias cuando nos enteramos de la inundación.
Al parecer se
había producido un error en el flujo de circulación artificial del agua y todo
el escenario se anegó por completo, incluyendo por supuesto la zona de los
espectadores, a bajo nivel. El protocolo de seguridad funcionó correctamente,
pero a punto estuvo de acontecer una tragedia, pues hubo que atender a varios
asistentes que por poco se ahogaron, así como a muchas personas que sucumbieron
a ataques de pánico. Los siguientes grupos no pudieron tocar, nosotros fuimos
de hecho los últimos en hacerlo.
La noticia, si
bien fue una tragedia, no bastó para suspender el festival. No hubo víctimas
mortales, los demás conciertos se desarrollarían en escenarios paralelos y
alejados de aquel, y era imperioso para los organizadores, que no se explicaban
lo sucedido, recuperarse de aquel golpe que había provocado la baja de
numerosos asistentes. La cosa pintaba mal, pero por fortuna la mayoría de la
gente reiteró su apoyo a la Gira de los Cuatro Elementos.
La cosa pintó
peor cuando el segundo día se produjo un terremoto.
La colina donde
estaba el escenario tembló como si fuera un folio al viento y, aunque la escala
no fue excesivamente alta, sí se produjeron destrozos materiales y el caos
cundió sin que pudiera hacerse nada por llamar a la calma.
Aquello empezó a
llamar nuestra atención, sobre todo la de Distorsión, intrigado por el suceso
más que ninguno.
—Estoy
convencido de que es imposible que este guijarro tenga la menor actividad
sísmica —comentó aludiendo al satélite—. El volcán está apagado, ya no hay nada
ni remotamente parecido a placas tectónicas en este lugar. Está todo muerto.
—¿Qué sugieres
entonces? —preguntó Overdrive, pero fue Delay quien contestó.
—¿Acaso no lo ha
dejado claro? Sabotaje.
Esa fue una
palabra que retumbó en nuestros oídos por un buen rato. Lo primero de todo,
¿por qué iba nadie a querer hacer algo así? Y lo segundo, ¿era contra el
festival o contra nosotros? Un nombre vino a la mente de todos: Desdémona.
¿Sería ella? No la conocíamos mucho, pero había una persona que sí.
—No lo creo,
chicos —nos dijo Adrian una vez contactamos con él por medio de la Llanura—. Si
ella quisiera atacaros se hubiera mostrado, al menos a vosotros, y además la
inundación no parecía destinada a vuestro concierto, y el segundo día ni
siquiera estabais sobre un escenario. Lo que sí parece claro es que los dos
accidentes no son nada casuales. ¿El sistema de agua se estropeó justo el día
del concierto? No debía hacer nada que no llevara meses haciendo, y no ha sido
un problema de aforo ni cargas, por lo que han dicho en los medios.
Distorsión
asintió sin palabras, dando a entender que era de la misma opinión.
—De acuerdo,
Adrian. Gracias por despejarnos las dudas.
Sólo en un
sentido, claro. Porque aunque teníamos sospechas sobre qué no había pasado, seguíamos sin saber qué era lo que sí había pasado. Pero lo peor de todo,
sin duda, era que aún quedaban dos días de aquel festival temático que
homenajeaba a los elementos.
Y el tercer día
era el dedicado al fuego.
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