(Portada: Amaia Ballesteros)
Nothing
seems to kill me
No
matter how hard I try
Soundgarden.
Down on the Upside
¿Dónde me quedé
la última vez? Ah, sí. Estaba hablando de la Gira de los Cuatro Elementos y los
sabotajes que supuestamente en ella se estaban produciendo justo en el umbral
de nuestra segunda y más importante actuación. Se suponía que aquel concierto
en el interior del volcán extinto de SR8273 sería nuestra gran oportunidad, la ocasión
de demostrar de lo que éramos capaces. No sólo porque tendríamos de nuestra
parte un alucinante despliegue de efectos especiales, también debido a que
presentaríamos en primicia un nuevo tema, uno que esperábamos se convirtiera en
nuestro próximo hit. Su nombre era Red Roses y poseía partes vocales, de piano
y de guitarra eléctrica que esperábamos calaran en todos nuestros seguidores.
En especial yo tenía la ocasión definitiva para lucirme, con algunas de las
melodías de piano más bonitas que he tenido ocasión de interpretar.
Nos parecía
también un concierto apropiado para presentar el tema, gracias al simbolismo
del rojo fuego y que el estribillo decía ‘Red Roses falling above this lonely
valley’, momento que esperábamos se coordinara con toda clase de fuegos
artificiales en tonos escarlata.
Pero nuestra
cabeza estaba en otro lado, para qué negarlo. La perspectiva de que pudiera
producirse un desastre tal y como había acontecido en días anteriores era
demasiado fuerte como para que la pasáramos por alto, y por ese motivo Fase y
Overdrive hicieron uso de nuestros pases espaciales para pasearse por todas las
instalaciones poniendo como excusa que querían conocer cómo funcionaban los
fuegos artificiales y los lanzallamas, en lo que Distorsión, Delay y yo misma
seguíamos ensayando pero en permanente contacto con ellos.
El escenario
estaba en el remanso interior del volcán donde alguna vez se alojó la lava
ardiente, a un centenar de metros de la superficie. Las medidas de seguridad se
habían extremado y se vigilaban todos los dispositivos, así como se reforzaron
todas las rutas de escape; pero había kilómetros y kilómetros de grutas
interiores en los que no sería muy problemático para un saboteador pasar
totalmente desapercibido.
El grupo
anterior aún seguía tocando, aunque ya faltaba poco para que terminaran, cuando
Distorsión recibió una llamada que resultó ser de Fase. Distorsión no dijo una
sola palabra en toda la conversación.
Se limitó a asentir, siempre con su holograma activado, y colgó simplemente diciendo
“vamos para allá”.
—¿Qué es lo que
ocurre? —pregunté.
—Según Fase,
Overdrive cree que las máquinas han sido manipuladas. Ha intentado apagar una
de ellas como prueba y le ha costado más de lo que hubiera esperado. Puede que
las hayan ajustado para que funcionen con más potencia.
—¿Qué máquina
era?
—Un lanzallamas
—contestó Distorsión, escueto.
—Pero tenemos
que salir en breve al escenario, ¿qué vamos a hacer? —comenté.
El último bis
del grupo anterior, Barricade, terminó y se dispusieron a abandonar el
escenario. Nada más ir a los bastidores, Distorsión cogió por banda a la
cantante.
—Aún no estamos
listos y nos queda más de lo habitual. ¿Podéis hacer un nuevo bis?
La cantante puso
cara de estar contrariada, pero asintió con la cabeza y se fue con los suyos a
acordar una nueva canción. Creo que le atraía Distorsión, algo que me dejó a
las claras con su contestación.
—Sólo si te nos
unes como cantante invitado.
Intuyo que
Distorsión resopló. No era fácil de saber teniendo en cuenta que su rostro
estaba oculto. Pero accedió de mala gana y nos hizo señas para que nos
moviéramos sin él.
Corrimos en
dirección de Overdrive y Fase, que tuvieron que guiarnos varias veces por
aquella maraña de túneles internos del volcán. En cuanto a Distorsión, de vez
en cuanto nos parábamos a mirar la actuación y todo iba con normalidad, hasta
que en el minuto dos de la canción, más o menos, una hilera de amplificadores
empezó a soltar chispas y terminaron por inutilizarse por completo. Los
organizadores dijeron algo de problemas técnicos y se suspendió temporalmente
la actuación.
Sonreí para mis
adentros. Ya me imaginaba cuál sería su plan, pero me temía algo más grave y
menos sutil, como reventar todos los micros de Barricade o incluso sus
instrumentos. En todo caso no tardaron en meterse, tanto ellos como Distorsión,
otra vez entre bambalinas, por lo que imaginé que no tardaría en unirse a
nosotros.
Al fin llegamos
a la altura a la que estaban Overdrive y Fase, unos diez metros por encima del
público. Overdrive seguía tratando de apagar todos los dispositivos, al borde
de la extenuación.
—Por fin sé lo
que ocurre —nos explicó, frenético—. ¡Han sobrecargado el combustible de los
lanzallamas! Las llamaradas pueden ser tan largas que se expandan hacia las
paredes contiguas, provocando un incendio, o incluso achicharren a la gente.
Y siguió su
trabajo a toda prisa, extenuado. Llamé a Distorsión y se lo expliqué todo.
—Dile a Delay
que busque la consola de mandos y retarde el temporizador de los lanzallamas.
Mientras tanto, que Fase altere el aviso de dificultades técnicas de la
megafonía para que la gente crea que los conciertos se posponen hasta nuevo
aviso.
—¿Puedo hacer
algo yo? —pregunté. Se quedó un momento callado, y finalmente contestó.
—Rebota la señal
de los megáfonos hacia el público, para que la organización no sepa por qué se
va la gente y no trate de rectificar. Y otra cosa… estás al mando.
Eso era lo que
me gustaba de Distorsión. Si no era en equipo, no hacíamos las cosas juntos.
Fase y yo nos
coordinamos para conseguir que la gente creyera que el concierto se había
acabado. Todo el mundo empezó a marcharse por las salidas habilitadas, de
manera ordenada, sin ser conscientes de que corrían un grave peligro. Al mismo
tiempo, Delay nos avisó de que había logrado encontrar al técnico de efectos y
había logrado, sin que nadie lo notara, ralentizar la máquina que los
sincronizaba, pero eso sólo nos daba apenas un par de minutos hasta que se
accionaran de manera automática, como solían hacer entre concierto y concierto.
Acto seguido volvió corriendo a nuestra posición.
Overdrive hacía
lo que podía, pero una vez la señal se activó pudimos ver que dos lanzallamas a
los que no llegaba desde su posición empezaban a expandir su carga flamígera.
La llamarada, en efecto, era muy intensa en grosor, despidiendo lenguas de
fuego de manera casi aleatoria e incontrolable. Sólo faltaban dos por
inutilizar, pero dos bastaban para ser el detonante de un desastre.
Las llamas
seguían expandiéndose, lentas pero inexorables. Cuando ya estaban a punto de
rozar una máquina cercana, de repente ambos lanzallamas empezaron a soltar
chispas y reventaron como patos de feria.
Cuando el humo
se despejó en parte pudimos ver ligeramente el rostro en blanco y negro de
Distorsión.
La alegría
inundó mi rostro. Justo al mismo tiempo recibí una llamada suya.
—¡Lo hemos
logrado!
—¡Detrás de
vosotros! Fue la respuesta inesperada que recibí.
Nos giramos y
vimos, saliendo de uno de los túneles, a una suerte de máquina de unos dos
metros de altura. Tenía forma más o menos humanoide, con su torso de color azul
y las extremidades rojas, pero era metálico por completo, no como si fuera una
armadura sino como un robot en sí. No tenía cabeza, pues estaba hundida en el
cuerpo como si fuera una prolongación del mismo. Como boca poseía una especie
de reja que asimilaba la de un viejo horno de leña, y en medio del torso tenía
un gran ventilador de tres aspas que giraba con lentitud. Sus manos y pies eran
notablemente grandes e igualmente metálicos. El único detalle de humanidad eran
sus dos ojos azules incrustados en medio de aquella cabeza sin cuello.
Pero de haberse tratado de un ser humano entonces, a juzgar por la
posición del ventilador en mitad del tronco, carecía de órganos interiores.
—¿Tú eres el responsable de esto? —preguntó Overdrive, aún cansado, pero
tratando de atraer la atención de aquel engendro.
—Me llamo
Génesis, y habéis cometido un error al cruzaros en mi camino —proclamó.
—¿Génesis?
—repliqué—. No te hemos visto en el cartel, tío. ¿No te has traído a Peter
Gabriel o a Phil Collins contigo?
Si captó el
chiste de alguna manera, que lo dudo, hizo caso omiso por completo de ello. En
vez de eso alzó un brazo y, tras una peculiar transformación en la que
básicamente su mano rotó 180 grados y se transformó en una manguera, me lanzó
un chorro de una potencia tan brutal que me arrastró tan lejos, al borde de la
zona segura, que sólo me salvé de caer porque justo en ese momento Distorsión,
que estaba ya más cerca de mí que los demás, me cogió de la mano y me sacó de
la improvisada corriente.
En ese rato el
tipo no perdió el tiempo, por otro lado. Levantó un pie y, tras una
transformación similar a la anterior, lo convirtió en un pistón que, al golpear
el suelo, provocó un corrimiento de tierras que lanzó al suelo a los demás y
causó pequeñas avalanchas de las que se salvaron de ser sepultados de milagro.
Distorsión
estaba furioso por completo. Con Overdrive débil y tumbado en el suelo, sabía
que era su turno de hacer algo. Avanzó con paso firme hacia su enemigo, en
línea recta, con los puños cerrados.
—Espero que tú
me ofrezcas algo más de diversión —conjeturó Génesis.
Distorsión
extendió la mano hacia aquel enemigo con la intención de fundirlo como si fuera
una bombilla de filamentos gastados, cuando algo le detuvo.
—No siento nada.
Nada de nada. Es como… como si fuera un ser vivo —dijo sorprendido.
Creo que Génesis
rió. No lo recuerdo bien. En todo caso, lo que nunca olvidaré fue cómo echó la
cabeza hacia delante y de su boca enrejada salió una llamarada directa hacia
Distorsión, que logró apartarse a duras penas.
De modo que
obviamente aquel sujeto era el saboteador que buscábamos, a juzgar por sus
habilidades empleadas. Encima no parecían afectarle nuestros poderes y yo no
podía rebotar nada de lo que nos arrojaba, pues no eran ondas sino algo tan
primitivo pero eficiente como agua o fuego. Lo teníamos chungo, sin duda.
—Se acabó. No
sois rivales para un combatiente como yo.
Distorsión, que
estaba en el suelo tras haber tenido que lanzarse a un lado como pudo para
esquivar el fuego, miró hacia arriba. Acto seguido, aunque no pudiera verle el
rostro, sé que sonrió.
Usando sus
poderes reventó uno de los lanzallamas que Overdrive había apagado y que estaba
justo encima de nuestro nuevo enemigo. Cayó con gran estrépito sobre su cabeza,
algo que habría matado a cualquier persona, pero a él sólo le aprisionó como a
quien le cae encima una pila de libros.
No era muy noble
pero ya no había público cerca y los técnicos estaban recogiendo, así que había
llegado el momento de poner pies en polvorosa. Nos largamos de allí a toda
velocidad, mientras escuchábamos a Génesis a nuestra espalda, tratando de
liberarse cuanto antes.
—Huid, cobardes…
pero vuestro público no tiene donde esconderse.
Desde la
distancia vimos cómo se libraba de la maquinaria estropeada y la echaba un lado
como quien aparta la arena de la playa, y cómo regresaba de nuevo al interior
de los túneles. Le habíamos fastidiado el plan aquella vez, pero estaba claro
que más que pelear con nosotros le interesaba largarse, seguramente para
provocar algún nuevo desastre al día siguiente.
Distorsión no
dejó de mirar el túnel en un rato muy largo, incluso después de que Génesis ya
se hubiera marchado. Creo que era plenamente consciente de que habíamos topado
con la horma de nuestro zapato.
***
En cuanto
regresamos a nuestras dependencias pudimos comprobar que, por un lado, la calma
imperaba en el festival. Gracias a la manipulación de la megafonía por parte de
Fase los asistentes no se enteraron de lo sucedido ni supieron nada de lo que
había pasado en realidad, pensando simplemente que la suspensión de los
conciertos se había debido a problemas técnicos. No es que eso fuera
beneficioso para la fama del festival, claro, pero se dijo a quienes habían
pagado los bonos diarios que los conciertos cancelados se repetirían en los
mismos escenarios en que no habían podido llevarse a cabo en el último día, con
carácter simultáneo a la etapa final de la gira, dedicada al aire. No era una
gran solución, para empezar porque muchos de los espectadores venían desde muy
lejos y habían ajustado al máximo sus días libres y periodos vacacionales, pero
menos daba una piedra, sin lugar a dudas.
Lo segundo que
hicimos, una vez comprobamos las últimas noticias, fue ponernos en contacto con
Adrian para saber si él podía aclararnos algo acerca de este nuevo enemigo que
nos habíamos ganado, gracias a sus conocimientos de Bioelectrónica. Sabíamos
que estábamos presionándole, ya que desde que aconteció la tragedia de su hijo
no volvió a investigar en sus áreas de conocimiento, pero esperábamos que al
menos pudiera darnos alguna clase de consejo.
Lo que no nos
imaginábamos era que nada más escuchar las primeras descripciones del engendro
artificial con el que nos habíamos enfrentado viéramos a través de la pantalla
cómo su rostro empalidecía y venía en persona a vernos usando uno de los
biplazas del Acorde Cósmico, insistiendo que debía estar allí cuanto antes.
Nada más llegó
le pusimos al día con el máximo detalle posible sobre los acontecimientos,
incluyendo por supuesto los aparentes sabotajes de los dos primeros días, obra
del mismo robot, como todo parecía indicar.
La respuesta de
Adrian, aunque entraba dentro de lo lógico a partir de lo que habíamos visto,
no dejó de sorprendernos.
—No es un robot.
No en el sentido más moderno de la palabra, al menos.
—¿Qué quieres
decir? —preguntó intrigado Distorsión—. ¿Es tecnoorgánico, acaso?
—La palabra más
adecuada sería mecaorgánico, de hecho. Su nombre real es Heinrich Beckon, y
antes de llamarse Génesis fue un ser humano completo de los pies a la cabeza.
Fue de nuevo
Distorsión el que realizó la pregunta que todos nos estábamos haciendo.
—¿Es… uno de tus
antiguos experimentos?
Adrian se cuadró
las gafas antes de contestar.
—Sólo la
carcasa, el cuerpo que alberga la mente del monstruo. Me pidieron que diseñara
un soporte que se pudiera manipular a distancia por medio de impulsos
eléctricos similares a los del cerebro humano, y que lo forrara de armas no
electrónicas. Más adelante me pidieron que todo el soporte fuera enteramente
mecánico.
—¿Cómo es
posible eso? —comentó Fase, incapaz de creerlo—. Una tecnología tan avanzada,
por medios puramente mecánicos… eso es casi imposible.
—Eso es lo que
yo les dije, pero deseaban que no fuera electrónico en ningún sentido para que
fuera antifrecuencias, así como imposible de inhibir o manipular por medio de
señales externas.
—De modo que eso
explica por qué nuestros poderes no le afectan —añadió Distorsión.
—Es como un
gigantesco reloj de cuerda —añadí.
—Su interior es
más que simples engranajes y tornillos, pero en esencia así es.
—¿Y cómo
resolviste el problema de la electricidad para que ese tal Beckon lo manejara a
distancia? —preguntó Distorsión, interesado en el tema. Todos los demás
escuchábamos atentos, incluyendo Overdrive y Delay, que no habían dicho nada en
ningún momento.
—No lo resolví,
Distorsión. La máquina, aunque ingeniosa y primitiva, funciona con
electricidad.
—Pero no lo
entiendo… entonces nuestros poderes deberían afectarle…
Pero yo sí lo
entendí. Otra especialidad de Adrian era Biomecánica. Había visto muchas viejas
películas del siglo veinte donde explicaban aberraciones similares. Y me quedé
sin aliento por un momento, de tal modo que los demás lo notaron y me miraron.
—Heinrich Beckon
no lo maneja a distancia —dije en voz alta.
—Así es, Echo
—prosiguió Adrian, respirando con dificultad, apoyado en una pared—. La
electricidad necesaria para manejar la máquina conocida como Génesis… proviene
del cerebro de Beckon, implantado en su interior.
***
Antes de hablar
con Adrian ya sospechábamos que nuestro enemigo era un monstruo. Después de
hacerlo, comprendimos que por desgracia teníamos más razón de la que jamás
habíamos imaginado.
Génesis era un
cyborg. O quizás esa palabra era inadecuada, y se podía decir que era un
mechorg. A medias mecánico, a medias orgánico. Es un decir lo de a medias,
claro, pues Adrian nos aclaró que lo único biológico que había en aquella cosa
de metal era el cerebro y los ojos, los dos mecanismos más complejos del cuerpo
humano, casi imposibles de replicar en el momento presente, y ambos, en el
fondo, la esencia del alma, lo primero en sentido espiritual y lo segundo en
sentido físico; mientras se tiene mente o se posee capacidad de expresar con la
mirada, se puede decir que hay algo de naturaleza humana en aquel que posee una
o ambas cualidades.
Pero, ¿era
humano Génesis? ¿Qué demonios le había pasado? Adrian no fue capaz de
contestarnos, pues como prisionero que era no le dieron esos detalles; sí nos
aclaró que nunca tuvo idea ni intención de llevar a cabo tan monstruosa
aberración, pero que experimentos similares en el bando contrario convencieron
al suyo, aquel para el cual trabajaba al margen de su voluntad, de que era
posible conseguir tal horror en términos morales y éticos.
Experimentos
similares en el bando contrario… eso nos llevó a pensar en otro monstruo de una
clase muy distinta: Desdémona. Sin duda era quien los llevaría a cabo, pero
cuando le preguntamos a Adrian sobre hasta dónde fue ella capaz de llegar,
prefirió no seguir hablando del asunto e insistió en que nos centráramos en el
momento presente.
Al menos
teníamos una gran ventaja de nuestra parte, que era saber con detalle las
habilidades de nuestro enemigo. Sus poderes estaban basados en los cuatro
elementos, a saber: agua, tierra, fuego y aire. De ahí que le bautizaran como
Génesis, al ser esas las fuerzas primordiales que suponen el origen de todos
los mundos. Sus dos brazos eran poderosas mangueras que soltaban chorros a
presión, tan potentes que igualaban la velocidad de fluido de un río de caudal
medio al desbordarse. Sus dos pies podían también configurarse como pistones,
como ya sabíamos, y provocar terremotos de hasta seis grados en la escala de
Richter. El lanzallamas alojado en su boca emitía chorros de fuego de
temperaturas entre los 500 y los 1000 grados centígrados, no los más calientes
pero sin duda suficientes para hacer arder a cualquiera como una cerilla, y por
último su ventilador del torso podía provocar vientos de hasta 100 kilómetros
por hora, al parecer un 10 en la llamada escala de Beaufort, capaz de arrancar
árboles de cuajo y dañar edificios de gravedad.
Todo eso, por
supuesto, si es que no había mejorado sus capacidades desde que Adrian lo diseñó,
claro.
El
funcionamiento de todos estos dispositivos tuvo a Distorsión anonadado durante
meses enteros. Usaban como combustible tanto el aire de la atmósfera imperante
como agua. El agua, aparte de poder usarse como combustible directo para las
mangueras, podía descomponerse por medio de hidrólisis, que consiste en la
separación en hidrógeno y oxígeno, provocando así la chispa detonante de las
llamaradas, que se aprovechaban del ambiente para expandirse. Los pistones
podían funcionar por medio de la electricidad del cerebro de manera directa o
también por procedimientos hidráulicos. Todos estos procesos, además, hacían
girar al ventilador como si fuera la rueda de una central hidroeléctrica, con
la única diferencia de que en vez de alimentar a una batería estaba dotando de
energía directamente al cerebro.
Dicho en otras
palabras, la única necesidad que tenía Génesis como ser en parte vivo era la de
beber; la comida ya no era necesaria
para él, así como la necesidad de respirar. Sí podía hacer algo equivalente a
dormir, aunque sería más adecuado considerarlo hibernación, pues su utilidad
consistía en ahorrar energía más que reponerla.
Por si todo esto
no fuera suficientemente malo sus armas eran también canalizadoras, pudiendo
aprovechar corrientes de agua existentes, por ejemplo, o incluso de otros
líquidos. No quería ni pensar lo que podía provocar ese ser expulsando petróleo
por sus brazos para luego encenderlo por medio de un chorro de fuego
proveniente de su boca.
Un adversario
temible, sin duda, pero al que debíamos detener a toda costa, pues estaba claro
que volvería a atacar de nuevo. Y ahí entraba la otra pregunta: ¿por qué lo
estaba haciendo? ¿Venganza? Podía ser, pero nosotros parecíamos más un
obstáculo que un objetivo. ¿Contra Adrian, en concreto? Era imposible saberlo
aún, pero por si acaso insistimos en que regresara de nuevo al Acorde Cósmico,
pues a partir de ese momento nosotros nos encargaríamos de detenerlo con todos
los medios que pudiéramos emplear.
Podía parecer
una empresa desesperada, pero aunque no pudiéramos emplear nuestros poderes
directamente contra él siempre podíamos usarlos de manera indirecta, como
cuando Distorsión le tiró encima uno de aquellos dispositivos que estropeó
previamente.
Fue Distorsión
el que tuvo la idea y el que se pasó la noche entera encerrado, preparando el
arma con el que pretendía asestarle el golpe fatal a nuestro enemigo. Tenía
mucha intriga por saber qué era lo que estaba haciendo, dado que ya no podía
construir apenas máquinas debido a sus poderes, pero en cuanto lo terminó y nos
lo enseñó nos quedamos poco menos que sorprendidos.
—¿Crees que esto
lo detendrá? —preguntó Overdrive.
—En
circunstancias normales no, pero espero que podamos contar con una aliada.
—¿Una aliada?
—pregunté, extrañada.
—Sí, Echo. La
ley de la inercia —terminó Distorsión cerrando el puño y golpeando el armatoste
mecánico que había diseñado.
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