(Portada: José Antonio Marchán)
Waiting
In
the calm of desolation
Wanting
to break
From
this circle of confusion
Dream Theater. Six
Degrees of Inner Turbulence
¿Dónde me quedé
la última vez? Ya, sí. Acabábamos de enfrentarnos a uno de los enemigos más
peligrosos que habíamos tenido jamás, no tanto por lo que era capaz de hacer
sino por el grado de implicación que tenía en nuestras vidas: Breakdown. Un
grado que Distorsión y los otros no podían ni sospechar. Sólo Adrian conocía
junto a mí el secreto de su identidad, que Breakdown no era otro oponente
cualquiera, sino que se trataba ni más ni menos que del mejor amigo de
Distorsión, tan cercano que antes que yo, bajo el nombre de Reverb, fue miembro
fundador del grupo, pero que ahora estaba loco de rabia y venganza contra quien
una vez fue casi como su hermano.
Y yo en medio de
todo aquel asunto porque a pesar de todo creía en su redención, en la
posibilidad de que dejara atrás la amargura y el rencor y saliera de las
tinieblas. Yo sabía que dentro de él existía esa oculta esperanza, esa
capacidad para olvidar el pasado y empezar de nuevo desde cero. Que su peor
cicatriz no estaba en su costado sino en su alma, tal como le pasaba a
Distorsión.
Pero al mismo
tiempo le temía, tanto a él como al hecho de comprender que era la única que,
llegado el momento, tenía la capacidad de detenerle. Y no podría vacilar. Sus
poderes eran devastadores, lo que le situaba en la categoría de uno de los
peores enemigos que habíamos conocido jamás. Seguro, Desdémona tenía una
inteligencia y unos recursos casi inimaginables, Génesis era inmune a nuestros
poderes… ¿pero cómo luchar contra alguien que tenía la capacidad, aunque le
costara la propia vida, de matar con la voz?
Si Breakdown
recapacitaba habríamos ganado un gran aliado. Pero si sucumbía del todo a su
oscuridad tendríamos mucho de lo que preocuparnos.
Por el momento,
sin embargo, se limitó a quitarse del camino. Lo peor era que prácticamente
podíamos sondear todos y cada uno de sus movimientos, al ser músico como
nosotros, pero actuando en solitario y en circuitos underground. Y por
supuesto, no había nada de lo que poder acusarle ni por lo que detenerle a
efectos oficiales. No había violado ninguna ley, si acaso amenazar a
Distorsión, algo que ni siquiera se podía probar, y romper unas cuantas
bombillas. Él mismo podría incluso alegar que éramos nosotros quienes le
habíamos atacado, y hasta con testigos parciales, técnicos que salieron del
local al vernos entrar y luego sin duda escucharon bullicio. Y por otro lado,
tratar de meterle entre rejas no ayudaría precisamente a que se olvidara de su
vendetta personal.
Acabábamos de
someternos a una dura prueba, pero tal vez por ello Distorsión insistió más que
nunca en nuestra capacidad para ser héroes. Era verdad que teníamos los
poderes, así como la voluntad, y que no teníamos que preocuparnos de nadie más
que de nosotros mismos; además, nuestra seguridad personal ya empezaba a estar
comprometida por el mero hecho de estar haciéndonos famosos poco a poco, por lo
que no teníamos mucho más que perder en ese sentido.
Fue así como, en
ratos libres, Fase empezó a elaborar una base de datos de villanos de los que
ocuparnos, encabezada por supuesto por los indeseables que habíamos conocido de
primera mano.
Aun así, ¿alguna
vez habéis elaborado una base de datos? No tardamos en encontrarnos inundados
de toda clase de dudas. Podíamos incluir a los aliados, no fuera que alguno de
ellos le diera por cambiarse de bando. Aparte de ello, ¿dónde clasificar a
mercenarios como Dobleseis, héroe, villano o ninguna de las dos cosas? ¿Qué hay
de los viejos villanos de antaño? ¿Incluimos también a los que ya han muerto,
como la mafiosa Ellen Gorgon, tirana de Ernépolis en tiempos pasados? ¿Y los desaparecidos?
Más aún,
¿preguntamos a Adrian qué clase de proyectos tuvo entre manos cuando fue hecho
prisionero, no fuera que regresaran como sucedió con Génesis? Pero eso sería
remover un pasado, para él, doloroso de recordar. ¿Y qué hay de nuestros pasados?
Porque si fuera sincera sin tapujos, habría un par de fichas que se podrían
rellenar, y estoy segura de que a los demás les pasaba similar.
A la hora de
hacer la ficha de Breakdown, ¿seré capaz de mirar hacia otro lado cuando Fase
anote en el campo “identidad” la palabra “desconocida”?
El caso es que
llegó un momento en que, con todas estas objeciones, tuvimos una base de datos
al menos parcial que esperábamos que diera sus frutos, sobre todo gracias al
constante perfeccionamiento de Fase.
Creo que lo que
ninguno de nosotros esperábamos era que de hecho diera sus frutos tan rápido,
cuando uno de nuestros contactos de cuando éramos piratas a sueldo nos advirtió
de la presencia de un sujeto sospechoso en un viejo satélite abandonado. Según
nos comentaron, un tipo tuerto, huraño, de mediana edad, rostro marcado, ropas
viejas y desvencijadas y que llevaba una rata oculta en uno de sus bolsillos.
La base de datos
no falló al decir que de hecho aquel sujeto era conocido como Éxeter, ni más ni
menos que una reliquia de los viejos tiempos.
Era interesante
la ficha del amigo, y para empezar errónea. Lo primero de todo, porque hubo que
sacarlo de la categoría de “muerto” en la que le habíamos clasificado. Algo me
decía, por cierto, que ese iba a ser el campo que más íbamos a modificar a
medida que los meses pasaran.
Poderes:
desconocidos. Poseía, sin duda, pero nadie sabía en qué consistían exactamente.
Era un experto en crear cuarteles inexpugnables para otros villanos, así como
escabullirse a la menor oportunidad. Más que planes propios, solía acoplarse a
los de otros aportando aquello que sabía hacer mejor. Un supervillano
especializado, ni más ni menos. Hasta en el mundo de los criminales hay que
cuidar y pulir adecuadamente el currículum.
A la vista de aquellos
datos quedaba claro que, tomando como base que el amigo Éxeter estuviera en un
satélite desahuciado, o bien estaba solo y tratando de ocultarse, o bien estaba
a la sombra de algún asunto más gordo.
De modo que
Distorsión y yo decidimos ir hacia allí a investigar, dejando a los demás en el
Acorde Cósmico por si necesitáramos refuerzos. Eso seguramente implicaría que,
para cuando regresáramos, Overdrive ya habría compuesto, aburrido, tres o
cuatro nuevas maquetas, con la subsiguiente cantidad de trabajo extra que
supondría eso, pero mejor aprovechar su inspiración cuando venía a raudales.
El satélite, de
denominación alfanumérica y por tanto innecesario de nombrar, era un miserable
trozo de roca con una cúpula que protegía y envolvía una endeble atmósfera
artificial, toda ella centrada en una única zona edificada con una factoría
abandonada, enorme e imponente al estar construida de cemento y poseer gran
cantidad de terrazas, niveles, torreones, complejos anexos y, seguramente,
sótanos subterráneos. Era la clase de lugar que resultaba perfecto para que un
criminal se ocultara sin el menor problema, convirtiendo aquel sitio desierto
en un castillo fortificado.
Pero nosotros no
estábamos faltos de trucos, ni mucho menos. Para empezar, camuflé nuestra nave
del mismo modo que hice cuando fuimos a rescatar a Adrian de las garras de su
mujer, lo que permitió que nos acercáramos hasta una distancia más que
prudente, aunque al tomar tierra ese camuflaje se desvaneció en parte al
rebotar en el suelo y las colinas rocosas y muertas de nuestro alrededor,
convirtiendo nuestra posición en una suerte de interferencia visual para
cualquier cámara que pudiera estar apuntándonos.
La cúpula era de
apertura automática y parecía no haber sido alterada en mucho tiempo, pues
Distorsión reconoció el mecanismo como uno ya desfasado. No parecía que
esperaran compañía, al menos.
Una vez dentro
comenzamos a andar por pasillos oscuros, vacíos y desiertos, dependencias de
paso general, sin ninguna duda. Los ventanales eran minúsculos y estaban
colocados muy altos y en fila, como si fueran las rejas de una prisión. Las
paredes eran de cemento gris, sin ningún remate, y sólo se filtraba la débil
luz de estrellas algo lejanas, que al menos nos permitían avanzar sin tropezar
el paso. La iluminación estaba arruinada y los cuadros de las paredes podridos
y cuarteados. La capa de polvo y mugre era espesa como una alfombra. Hacía
muchos, muchos años que nadie había pisado aquella zona de la factoría, de la
que seguíamos sin conocer qué se dedicaba a producir.
Nuestra idea
principal era encontrar alguna clase de señal de presencia reciente buscando
actividad de lo que conocíamos como nadie: las máquinas. Detectar ondas de
emisión o recepción por mi parte, dispositivos activos por parte de Distorsión.
Pero las gruesas paredes de cemento dificultaban la tarea de manera notable.
Aun con todo,
tras media hora de avanzar por aquel inmenso laberinto de pasillos de
longitudes kilométricas, sentí que había alguna clase de comunicación cerca de
nuestra posición.
—¿Dónde?
—preguntó Distorsión sin miedo a delatarnos, pues todo estaba más muerto que el
dvd. Señalé hacia abajo. De modo que aunque estábamos cerca, habría que dar
alguna clase de rodeo.
Tras varios
intentos infructuosos de cambiar de planta encontramos unas escaleras de
emergencia que nos llevaron al piso inferior, a ras de suelo. Estábamos en el
umbral de dirigirnos al nivel subterráneo, si es que no había más de uno, donde
seguramente se estaría cocinando todo el pescado.
Una vez bajamos,
sin embargo, no hubo necesidad de descender más, puesto que vi cristalino como
el agua que la señal estaba muy cerca y al mismo nivel que nosotros. En aquella
parte los pasillos estaban mucho más ensanchados y aún quedaban restos de
mobiliario de oficina desvencijado, dando al lugar un aspecto como de
departamento de contabilidad, gestión o alguna otra función igualmente aburrida
y tediosa. Señalé a Distorsión una puerta al fondo y éste me hizo un gesto para
que me quedara quieta. Avanzó un par de pasos, hizo un par de gestos con la
mano y acto seguido escuché tres minúsculas explosiones, apenas un pof que no
enturbió el silencio ambiente. Avancé a su posición.
—Los sensores
podían haber estado conectado a una alarma secundaria —objeté.
—Y así era, pero
yo no funciono como Overdrive —apuntó Distorsión—. Me he limitado,
sencillamente, a reventar todo lo electrónico que me rodeaba.
Era cierto que
Overdrive hubiera resuelto ese problema de manera mucho más elegante, pero
había que admitir que aquel procedimiento fue bastante inocuo teniendo en
cuenta quién era la persona que lo había empleado.
Avanzamos a
través de otro largo pasillo similar a los superiores y ahí fue donde me di
cuenta de que la señal no estaba cerca sólo en distancia sino también en terreno
libre. Dicho de otra manera, aún había que avanzar, pero no había más que
limitarse a hacerlo en línea recta.
Al final del
pasillo nos topamos con un enorme portón doble que parecía custodiar una sala
blindada. Cuando parecía que nos encontraríamos con nuestro primer obstáculo
serio descubrimos que estaba abierto y no nos impedía el paso. Avanzamos y nos
topamos con una sala muy amplia en las tres direcciones, pero más rectangular
que cuadrada, y acondicionada a los lados con enormes tanques de contención
transparentes, docenas y docenas de ellos. Muchos estaban rotos, pero otros aún
permanecían intactos. Sin embargo lo que nos cortó el aliento fue comprobar su
contenido.
Insectos.
Toneladas de
insectos, no sabría decir. ¿Decenas de miles? ¿Millones? ¿Billones? Tantos que,
con su incesante movimiento en el interior de los tanques, a menudo los
opacaban e impedían ver la pared que estaba tras los mismos. Había bichos de
toda clase, pero la mayor parte eran voladores y ninguno parecía fuera de lo
común. Los más normales eran moscas, avispas, mosquitos y abejorros, pero en
formas y colores que no había visto jamás, y supuse serían autóctonos del
satélite o, más bien, de los mundos de los trabajadores que los trajeron hasta
allí por accidente. Los tanques, por otro lado, debían estar insonorizados
porque sólo así puedo explicar que no estuvieran generando un zumbido a la vez
perturbador e insoportable.
Al fondo de la
sala estaba un sujeto sentado que supusimos era Éxeter. Nos acercamos todo lo
que pudimos en lo que contenía el ruido que hacíamos en una burbuja de
aislamiento, tal como hice con Breakdown y yo misma, pero llegó un momento en
que no avanzamos más debido a la enorme concentración que me suponía llevar a
cabo una tarea tan sutil y precisa. Aun así, una vez retiré la burbuja,
comprobamos que podíamos escuchar a nuestro sujeto. Estaba sentado frente a un
panel de comunicaciones que, imaginé, él mismo había reparado, y se comunicaba
con otro tipo cuyo rostro no veíamos del todo bien pero era muy extraño, dado
que parecía medio gaseoso, como si no fuera un ente sólido sino etéreo. La
sensación que me dio era como si fuera una nube negra que estuviera cobrando
vida y tratara de adoptar forma humana, pero a menudo fallara y se expandiera y
contrajera de maneras imposibles para un ser de carne, músculo y hueso. Además
de eso, debía estar en algún sitio húmedo porque parecía como si estuviera
lloviendo a su alrededor.
—¿Has
acondicionado el que será ya nuestro cuartel entonces, viejo amigo? —dijo el de
la pantalla, con una voz que era poco menos que de ultratumba.
—Todo está listo
—contestó Éxeter, cerrando el puño—. Mis hordas se colarán por toda puerta,
tubería y ventana y no dejarán que nadie pase sin que lo sepa al momento.
—¿Eran
necesarios tantos insectos?
—Dado el tamaño
de este lugar, sin la menor duda.
Nos miramos. De
modo que Éxeter estaba trabajando para alguien que estaba allí mismo, tal vez
en alguno de los tejados, a juzgar por el hecho de que estaba lloviendo. En
todo caso debía ser alguna parte alejada de nuestro punto de aterrizaje, dado
que nosotros nos encontramos con un cielo plenamente despejado.
—Perfecto. Una
vez hayamos instalado nuestra base de operaciones y convocado a otros de
nuestra condición, Reflector estará perdido por completo ¡y nada podrá
detenernos!
Aquello se ponía
cada vez más raro. ¿Reflector? Reflector había desaparecido hacía ya la tira de
años, con lo que aquella borrasca con patas estaba más fuera de onda que los
seguidores de la música glam. La situación era, cuanto menos, para ser
analizada con calma, cuando de repente noté que Distorsión me tiraba de la
pernera del pantalón.
—¿Qué pasa?
—comenté. Distorsión se limitó a mirarme a través de su holograma, pero le
conocía bien, y esa quietud al mover la cabeza quería decir “¿de qué se supone
que estás hablando?”
Miré al suelo y
me di cuenta de que una rata me estaba mordisqueando el pantalón. La sorpresa
me hizo trastabillar y tiré al suelo un pulsador viejo y oxidado que no tenía
ni la más remota idea de qué podía activar, pero que al caer bastó para delatar
nuestra posición. La rata del demonio, que estaba tuerta como su dueño, salió
por patas y se metió dentro de su abrigo. Por supuesto Éxeter ya se había
girado y nos había localizado. Al mismo tiempo, el personaje vaporoso de la
pantalla nos miró con atención.
Éxeter, de
hecho, nos escrutó como si nos hubiera visto antes y soltó una sencilla frase
que creo que resumió bastante bien su opinión de nosotros.
—De todos los
sitios del Universo en los que meter las narices, teníais que venir justo aquí
—sentenció.
Distorsión se
puso serio y se colocó centrado a lo ancho en la sala, conmigo a un lado. Como
si alguna cámara nos estuviera grabando para la posteridad.
—Sean cuales
sean tus planes, acaban aquí y ahora, Éxeter —soltó henchido de orgullo. Sí,
vale, era una frase muy manida, pero ¿cuántos de vosotros os hubierais
resistido a soltarla justo en ese momento?
—Eso es
precisamente lo que me temo, colegiales —sentenció Éxeter sin moverse ni un
milímetro, como si aquello fuera un duelo y estuviera a punto de disparar.
—¿Quiénes son
éstos? —preguntó el de la pantalla—. ¿Aliados de Reflector, aprendices de
héroe, o simplemente un par de locos suicidas?
—Ni idea, pero
corta la transmisión y déjamelos a mí.
—¿Y perderme
esto? ¡Ni hablar!
Éxeter cerró su
único ojo y se llevó la mano a la cara. El por qué de ese gesto, no tenía ni
idea en aquel momento.
—Muy bien,
entonces —dijo metiendo la mano en el bolsillo apenas un segundo. Acto seguido,
montones de avispas empezaron a surgir de agujeros en la pared, suelo y techo,
hasta formar un verdadero enjambre frente a nosotros.
—Tenéis una
última oportunidad, mocosos. Largaros ya mismo o lanzaré este pequeño ejército
contra vosotros y desearéis no haber nacido —proclamó con gesto de amenaza.
Miré a
Distorsión con gesto de preocupación, dado que allí mis poderes no servían de
mucho, al menos no que se me ocurriera. Es decir, podía rebotar láseres, pero
¡nos estaban atacando con insectos! Distorsión, sin embargo, estaba en
apariencia callado y muy quieto, y sospechaba a qué podía deberse esa actitud.
—Espera,
hablemos un momento. Sabemos cuándo estamos en inferioridad, y siempre podemos
reconsiderar cambiarnos al bando ganador si la alternativa es la muerte.
Éxeter le miró
con cara de plena incredulidad. Y entonces comprendí que sí sabía quiénes
éramos nosotros. ¿Pero por qué no le había dicho nada a su socio, el nubarrón
de la pantalla? ¿Acaso tenía planes propios en solitario?
—Buen intento,
chaval. Ahora esfúmate.
—¿Esfumarse?
¡Mátales! —proclamó el de la pantalla.
—¿Para qué, para
que otros vengan a buscarles? —protestó Éxeter.
—¿Sabéis lo que
más me gusta de vosotros los villanos? —dijo de repente Distorsión levantando
la mano hacia Éxeter—. Que sois incapaces de pasaros ni cinco minutos sin
discutir entre vosotros.
Al instante un
hubo una ligera explosión en el bolsillo de la gabardina de Éxeter, y todas las
avispas empezaron a dispersarse aleatoriamente, sin ninguna clase de orden ni
jerarquía, como lo que simplemente eran, insectos desorientados. De modo que
los controlaba por medio de una máquina que tenía guardada en su bolsillo, tan
precisa y sofisticada que Distorsión tuvo que concentrarse para aislarla y
localizarla, tal vez porque no era más grande que un dedo pulgar.
Era obvio que
Éxeter tendría más de esos trastos guardados por si las moscas, y nunca mejor
dicho, los cuales Distorsión no podría inutilizar hasta que no empezara a
usarlos. No había más que ver cómo Éxeter metía la mano en otro de sus bolsillos.
Pero conozco bien a Distorsión y para él la pelea acababa de alcanzar un nuevo
nivel.
Por eso creo que
Éxeter se sorprendió cuando, al mirar hacia delante de nuevo, lo primero que
recibió fue un sonoro puñetazo que le derribó al suelo.
Distorsión no se
limitó a verle caer, por supuesto. Se colocó sobre él, listo para servirle
ración doble de lo mismo, pero Éxeter paró el puño con la mano y le dio un
cabezazo tan brutal que por poco Distorsión pierde el conocimiento. Aquel tío
sabía jugar sucio, sin duda.
¿Y yo qué podía
hacer? Los dos estaban enfrascados en la pelea cuando de repente, de uno de los
bolsillos de Éxeter, cayó un dispositivo que no era el que Distorsión había
frito, dado que ese estaba en otro bolsillo distinto. Fui corriendo hacia allí
y lo agarré. Parecía sencillo, apretar y esperar, pero ¿sabría usarlo
correctamente?
Ah, qué
demonios, pensé.
Éxeter me miró y
cuando se dio cuenta de lo que tenía entre manos se olvidó de Distorsión y
trató de detenerme. Pero ya era demasiado tarde. Para cuando quise darme cuenta
una especie de holograma me cubría de los pies a la cabeza, un holo que yo
misma no podía ver pero que los demás sí notaron.
—¡Impresionante,
Éxeter! —dijeron al otro lado de la pantalla—. ¡Veo que has renovado tus
trucos!
Lo que me dejó
desencajada fue que, nada más ver el holograma, Distorsión dejara de forcejear
con Éxeter, se quedara muy quieto y, acto seguido, reventara la pantalla usando
sus poderes. ¿Qué era lo que estaba pasando?
Éxeter se
levantó, se acercó hacia mí y me quitó el holograma con sus propias manos. Era
tal su determinación y su cara de enfado que fui incapaz de reaccionar, aún
confusa por el comportamiento del propio Distorsión.
—Felicidades,
novatos —dijo con voz amarga—. Puede que acabéis de fastidiar mi operación de
infiltración.
—¿Infiltración?
—pregunté, incrédula—. ¿Ahora quién trata de vendernos la moto?
Pero Distorsión
seguía callado, y al fin habló.
—Echo… tiene
razón. Tú no lo has visto porque lo estabas usando, pero el holo que has
activado…
Se paró un
momento antes de continuar, pero no tardó en hacerlo.
—El holo que has
activado te ha dado por un momento el mismo aspecto que el que emplean Los
Caídos.
0 comentarios:
Publicar un comentario